¿Qué constituye ser un buen traductor?

Con frecuencia, cuando contratamos un servicio de traducción, no sabemos si la traducción está bien hecha o no hasta que conocemos la reacción de sus lectores, y, de esta manera, comprobamos si el texto traducido comunica el mismo mensaje que nuestro texto original.

Cuando decidimos a quién confiar nuestras traducciones, lo más probable es que nos dejemos guiar por recomendaciones, referencias, credenciales, o por ciertas promesas de calidad hechas por el traductor o la agencia de servicios lingüísticos. 

Si bien no es necesario que los clientes conozcan el mundo de la traducción como profesión, sí es importante, o al menos conveniente, que tengan en cuenta algunos de los requisitos para ser buen traductor. A continuación incluyo algunas observaciones que, en mi opinión, cualquier persona o empresa que vaya a contratar un servicio de traducción debería tener en cuenta.

Ser nativo no equivale a ser experto en una lengua. Se suele decir que, para que una traducción esté bien hecha, el traductor siembre debe traducir hacia su lengua materna. Sin embargo, lo que no se suele tener en cuenta es que, en muchos casos, eso no garantiza la calidad de su trabajo. Lo que sí es necesario, o mucho más importante, es que la persona que traduce sea conocedora de todos los aspectos de la lengua a la que traduce, es decir, que sea un experto en lengua.

Un traductor debe ser experto en todas las lenguas con las que trabaja. La traducción es un proceso muy complejo ya que, con frecuencia, las palabras o expresiones de una lengua carecen de una traducción exactamente equivalente en una segunda lengua. Basta con buscar cualquier palabra en un buen diccionario bilingüe para darse cuenta de que, en la mayoría de los casos, hay un sinfín de traducciones para el mismo término, que dependerán sobre todo del contexto. A menudo, la falta de dominio de una lengua es la causa de malinterpretaciones de ciertos términos o expresiones, o de que se acabe usando una traducción inadecuada para el contexto.

Un traductor necesita tener amplios conocimientos prácticos y teóricos de los temas sobre los que traduce. No es posible hacer una traducción fiel de un tema que apenas se conoce. Tampoco basta con buscar términos en el diccionario. Los diccionarios son herramientas de uso limitado, ya que no contienen todos los términos que existen, ni ejemplos de todos los posibles usos de un término.

Un traductor tiene que ser un buen investigador y saber usar las herramientas disponibles. Es imposible saberlo todo sobre un tema en concreto, por lo que Internet es una valiosa herramienta como fuente de información. Sin embargo, no todas las fuentes de información disponibles en línea son fiables, y el traductor tiene que saber distinguir entre la información fiable y la que es falsa o poco fiable y decidir en qué fuentes confiar.

Una traducción bien escrita no siempre es una buena traducción. El que una traducción esté bien redactada no equivale a que esta sea correcta o fiel al texto original. Si bien es cierto que distintos tipos de traducción requieren distintos niveles de precisión, por regla general, para que una traducción sea buena, además de estar bien escrita, su significado debe de ser el mismo que el del texto original.

Un buen escritor no siempre es un buen traductor. Es posible que alguien tenga una gran facilidad para contar historias, o que sea capaz de expresar un concepto o una idea con claridad, pero que no disponga de otras competencias necesarias para ser buen traductor, tales como la capacidad de analizar un texto, la atención a los detalles, los conocimientos sobre un tema en concreto, o incluso la pericia lingüística necesaria.

En consecuencia, el mejor traductor suele ser alguien que ha vivido, trabajado y aprendido lo suficiente para adquirir la experiencia y los conocimientos necesarios sobre la traducción y los temas con los que trabaja; y es además amante de la lengua y las lenguas, y siente pasión por su trabajo.